¿La presidencia del desempleo?
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EDITORIAL DE EL UNIVERSAL1 de noviembre de 2006
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De la Convención del Mercado de Valores nos llegan dos noticias, una buena y una mala. La primera, de parte del gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz, en el sentido de que no hay condiciones para una devaluación de fin o principio de sexenio. La segunda, de la Secretaría de Hacienda, de que nos preparemos para una desaceleración de la economía mundial en 2007, que se traducirá en menor crecimiento de la economía mexicana, lo que a su vez impactará en la creación de empleos.
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En efecto, aun cuando Felipe Calderón se ha nombrado el "presidente del empleo", porque esa fue una de sus más importantes banderas de campaña, parece que la realidad se empeña en contrariar sus planes. Los economistas gubernamentales esperaban que, de mantenerse estable el entorno económico mundial, el próximo año se repitiera la generación de 900 mil puestos de trabajo de 2006, pero todo indica que apenas se podrán crear 600 mil.
Esto es grave para un país cuyo ritmo demográfico no se ha correspondido con un crecimiento económico estable y continuo.
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El diagnóstico de Hacienda se basa en la ya muy anunciada desaceleración de la economía estadounidense, que se une a otros factores negativos para México, como el paulatino pero constante incremento en las tasas de interés internacionales; al retraimiento moderado de los precios del petróleo; a la perspectiva de que las remesas de migrantes no crezcan a ritmos similares a los de años anteriores, y a que nuestro déficit comercial aumente al frenarse la demanda mundial.
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Pese a ello, irremediablemente más de un millón de mexicanos se incorporarán a la Población Económicamente Activa (PEA) en los próximos 12 meses, y se unirán a los miles que en los seis años anteriores no encontraron trabajo. Esta presión social es insostenible. ¿Qué hacer?
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Agustín Carstens, economista en jefe del equipo de transición, ha dicho que se piensa apoyar la infraestructura y ámbitos empleadores por excelencia, como el de la construcción y el turismo. Bien; pero queda la duda de si eso será suficiente y, sobre todo, inmediato, porque el tamaño del problema no admite gradualismos.
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Acaso es momento de revisar el modelo económico y de evaluar la prudencia de distanciarse de la ortodoxia del Consenso de Washington, que durante los últimos cuatro sexenios ha promovido políticas contraccionistas, que por un lado privilegian el equilibrio de las finanzas macroeconómicas -déficit fiscal cero con baja inflación-, pero por el otro detienen el crecimiento general de la economía.
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Quizá sea tiempo de diseñar para el país políticas económicas anticíclicas, que salvaguarden al país de los previsibles ciclos perversos de la economía mundial y busquen el equilibrio entre unas finanzas sanas y la justicia social. Es tiempo de ser imaginativos para estructurar un modelo propio, responsable en lo fiscal, pero lo suficientemente flexible como para generar las condiciones en las que el Estado se convierta en uno -no en el único- de los grandes detonadores del crecimiento y el empleo.
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O se encuentran las opciones, o la de Calderón podría ser, pese a sus deseos, la "presidencia del desempleo".
miércoles, noviembre 01, 2006
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